En este artículo vamos a tratar la peregrinación a los Lugares Santos, estamos hablando de algo más profundo que un simple viaje. La peregrinación es salir de ti mismo, de tu comodidad y ponerte en camino de lo sagrado. Es una búsqueda que va más allá de lo físico y nos sumerge en lo divino.

Esa vocecita interior

La peregrinación, al final, es una respuesta a esa vocecita interna que nos dice: “Vamos, hay algo más”. ¿Te suena? Un poco como cuando Abraham dejó su tierra porque sintió que debía hacerlo. Nosotros, como peregrinos, emprendemos el viaje en busca de una conexión más profunda. El Salmo 84:5 dice algo así como “Dichosos los que moran en tu casa, te alaban por siempre”. La peregrinación refleja ese anhelo espiritual arraigado en cada uno de nosotros.

La vida como una gran peregrinación

En la Biblia, vemos episodios que parecen sacados de nuestras vidas. ¿Recuerdas la travesía del pueblo de Israel por el desierto? Es como nuestra propia jornada hacia algo más grande. Jesús, en el Nuevo Testamento, nos invita en Mateo 16:24 a seguirlo en un viaje personal, una especie de peregrinación del corazón.

Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.

(Mateo 16:24)

Lo que nos dicen los Santos y los Papas

Los Santos y los Papas nos han dejado enseñanzas que resuenan en el camino de la peregrinación. San Agustín, en sus Confesiones, nos cuenta sobre su propio viaje interior hacia lo divino. Juan Pablo II, en su carta “Novo Millennio Ineunte”, nos anima a redescubrir el valor de la peregrinación como una expresión concreta de la fe.

“Vayan y hagan Discípulos”

La Gran Comisión, esas palabras de Jesús en Mateo 28:19-20, nos dicen que la peregrinación también es compartir.

Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.

(Mt 28:19-20)

No solo buscamos nuestro encuentro con lo divino, sino que llevamos esa experiencia a otros. La peregrinación se convierte en un testimonio vivo de la fe, un reflejo externo de la transformación que buscamos en nuestra jornada espiritual. Cada paso nos acerca no solo a un lugar en el mapa, sino al hogar de lo sagrado en nuestro interior.

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